Con el paso de las estaciones no solamente varia la naturaleza, también se transforma nuestra propia vida, adaptándose a nuevos ciclos de luz y oscuridad, de calor y frío, de cambios de actividad, de todo nuestro entorno.
Dentro del periodo anual, el otoño corresponde al atardecer, a la madurez , a la culminación y al declive. Tiempo de cosechar lo que se ha sembrado.
Atrás queda el verano y comienza otro periodo de la vida.
La luz de la primavera es joven y alocada. La del otoño es sabia, madura, y melancólica
En otoño nos retiramos del mundo exterior, física y psicológicamente, y nos volvemos hacia el interior.
El otoño nos regala una paleta de cielos rojizos, reflejo de los tonos cálidos de las hojas de los árboles, con las que cubren el suelo, que luego se convertirán en humus, del que volverá a brotar la vida. Por eso es el origen de festividades y ritos relacionados con la muerte y el renacimiento.
La naturaleza practica el desapego y se desprende de lo que no es esencial.
El otoño también se asocia con la decadencia, pero prepara un nuevo renacer.